domingo, 18 de julio de 2010

Vivimos alienados.

Mientras más miro alrededor, más noto que todos nos sentimos atrapados y deseamos lo que los otros tienen, sin imaginar por lo que pasan.

¿Se han detenido a mirar a las personas que los rodean? Últimamente, yo sí. La gente está ciega, no es capaz de ver más allá de sus narices y parece que, en el fondo, no lo desean. Es más fácil pensar en las cosas malas que te pasan, que pensar en lo que podrían estar viviendo los demás.

Nos sentimos atrapados y ciertamente lo estamos. Vivimos en las prisiones que nosotros mismos hemos creado; levantando paredes a nuestro alrededor para que nada pueda dañarnos. La pregunta es ¿a qué precio? Quiero decir, ¿en verdad vale la pena vivir aislados del mundo, de la gente... de la vida?

Nos detenemos a observar sólo cuando algo es fuera de lo común. Si algo no es cotidiano, volteamos. Pero eso es muy relativo. En verdad, todo aquello que nos es ajeno resulta extraño a nuestros ojos; que, sorprendidos, no pueden hacer otra cosa que apartar la vista sin que haya pasado el tiempo suficiente para que veamos la auténtica esencia de lo que ocurre.

No estoy diciendo que sea un ejemplo de cómo vivir al máximo, no. Pero a veces hago esto: me detengo aún cuando el pulso caótico del mundo no lo facilite y miro a mi alrededor, entonces me pregunto qué estoy haciendo, qué quiero hacer, qué siento... todo eso que las personas nos cuestionamos más de una vez a lo largo de nuestras vidas y que generalmente no tiene una respuesta "correcta" o "satisfactoria".

Miro mi entorno y encuentro a las personas ensimismadas, sin intención de ver más allá de los muros imaginarios que erigieron como un monumento al egoísmo. No soy una excepción, ninguno lo es. Hay temporadas de nuestras vidas en que sólo podemos ver lo que nos conscierne, nada más. Es un mecanismo de defensa que si no aprendemos a manejar, se vuelve en nuestra contra.

Vivimos alienados porque es más cómodo. Vivimos encerrados entre muros que con los años sólo van acumulando ladrillos y ganando altura. Al mirar hacia arriba un día, nos damos cuenta que estamos en el fondo de un pozo que nosotros mismos hemos fabricado y que salir de ahí resultaría casi imposible.

¿Qué hay que hacer en tal caso? No lo sé, supongo que es diferente para cada quien. En lo personal, quitaría algunos ladrillos para ver los pozos ajenos, después seguiría deshaciéndome de más ladrillos, hasta que eventualmente las paredes colapsaran.